III CLASSIC MADRID TOUR

Una experiencia para los cinco sentidos

Así se vivió la tercera edición del Tour madrileño. Limitado a veinte vehículos, los participantes pudieron ver, escuchar, conducir, oler y sí, también degustar, el intenso programa preparado por el equipo de Automovilia y la revista Motor Clásico.

BONILLA (TEXTO). ISRAEL GARDYN (FOTOS)

III CLASSIC MADRID TOUR

A la hora fijada, los participantes fueron acudiendo a la Finca La Hípica, en la localidad de Tres Cantos. A las ocho de la mañana, el frío matutino todavía requería abrigo, pero el cielo aparecía despejado. De Madrid llegaban tres miembros del club Morgan con sus roadster, gorro y bufanda en ristre. Desde Zaragoza, Javier Lamban tampoco se perdía la que era su cuarta participación en la ruta madrileña. Ya participó en el I Motor Clásico Rallye de 2019 con un Alpine A-110. En esta ocasión se decantó por un siempre llamativo Honda NSX. “Va como la seda. Hemos salido a las cinco de la noche —comenta con sorna aragonesa— e incluso hemos parado a echar un café por el camino”.

Después de la bienvenida por parte del equipo de Automovilia y de la revista Motor Clásico, la entrega de documentación y, por supuesto, un reparador desayuno, arrancó el III Classic Madrid Tour. La policía local escoltó a la veintena de coches hasta la salida de Tres Cantos. Desde allí, rutómetro en mano, iniciaba la primera etapa por la Cuenca Alta del Manzanares. Cada uno rodando a su ritmo más cómodo, las primeras curvas hasta Hoyo de Manzanares sirvieron para calentar los motores de los BMW, Mercedes-Benz, Renault, Saab, Porsche, Mini, Mitsubishi. Andrés y Jesús, con su Alfa Romeo 2000 Spider Touring de 1962 iban al compás de los 911 o el Jaguar XJS de Ramón y Carlos, padre e hijo.

El Tour fue serpenteando por las estribaciones de la sierra oeste, rozando La Berzosa, El Escorial, Robledo de Chavela y Navas del Rey. A partir de ahí, el viaje conectaba con la conocida Ruta de Los Pantanos. El embalse de San Juan se cruzaba en el camino hacia la primera parada, en la bodega Las Moradas, en San Martín de Valdeiglesias. A media mañana, después ya de cien kilómetros de viaje y de zigzaguear por la estrecha y divertida carretera M-541, esperaba una visita guiada a las viñas y, por supuesto, una cata de sus mejores vinos (sin abusar) con un reconfortante tentempié.

Aún quedaba un tramo de setenta kilómetros hasta Brunete. Con su ya treintañero Twingo, Luis se intercalaba entre los Nueveonce de Juan José y Juan Miguel Quintana. Bueno, hasta que Juanmi, más habituado a competitivos rallyes de regularidad, se dio un momentáneo capricho, sacó la artillería de su 964 Carrera 4 y puso carretera de por medio.

Bordeando el embalse de Las Picadas y según la carretera picaba alto hacia Navalagamella, unos negros nubarrones amenazaban lo peor. Afortunadamente, quedó en una momentánea aguanieve cuya única secuela fue ensuciar los coches.

Después del contundente almuerzo en el restaurante El Vivero, en Brunete, todavía faltaba el colofón: llegada y visita al Salón ClassicMadrid. En la misma puerta del pabellón de Cristal de la Casa de Campo aparcaron todos los coches participantes, donde permanecieron expuestos al público mientras pilotos y acompañante se daban una o mil vueltas a las tres plantas de la feria.