Así fue la segunda edición de País Vasco Classic Tour

Al grito de ¡txotx!

Montaña, costa, sol, gastronomía, vinos, costumbres milenarias y unas carreteras que invitaron a hacer (muchos) kilómetros para descubrir, esta vez, Guipúzcoa y otros rincones de la Rioja alavesa. Limitada a 25 participantes, esta segunda edición ha sido todavía más intensa.

J.B. (TEXTO). FÉLIX MACÍAS/UNAI ONA (FOTOS)

Así fue la segunda edición de País Vasco Classic TourSi el año pasado fueron Vitoria, Laguardia y la cara más occidental de la provincia vizcaína, hasta Galdames, cerca de Bilbao, donde se localiza Torre Loizaga y la colección de coches de Miguel de la Vía, esta segunda edición ha transcurrido principalmente por tierras guipuzcoanas. Establecido el punto neurálgico en su capital San Sebastián-Donostia, el II País Vasco Classic Tour organizado por Automovilia ha mantenido el carácter que aplaudieron los participantes el año pasado. De hecho, una numerosa representación de entonces repitieron, y no precisamente paisanos de la propia zona.

Repetía, por ejemplo, parte del grupo de catalanes, con los Francesc Palau, padre e hijo, a la cabeza. Y desde Valladolid, José Luís Alarcos viajaba en esta ocasión con un Triumph Spitfire, acompañado de su simpática e incombustible señora madre, Milagros González. También volvían desde Barcelona y Bilbao, respectivamente, Ramón Fluviá-Fran Checa y Fernando López-Begoña Antón con sendos atómicos Fiat Abarth, un 600 el primero y un X1/9 el segundo.

Desde el mediodía del viernes 11 de junio, los 25 participantes –para asegurar las medidas sanitarias se limitaron las inscripciones a esa cifra- fueron llegando al Hotel Silken Amara Plaza, frente al último meandro del río Urumea antes de desembocar en el Cantábrico, a escasos metros de la célebre playa de La Concha. Los chicos de Seat Históricos, colaboradores de este Tour, no se hicieron esperar y trasladaron un 1400 B Especial, un 850 Sport Spider, un 124 D LS, un 131 CLX 2000, un Fura Crono y un Panda Terra. Como en otras ocasiones, estos coches iban a ser conducidos por colegas de la prensa y, cómo no, el más veterano fue asignado a un servidor (en realidad lo había solicitado).

Ya lo conocía de la ruta por La Rioja que hicimos en el ya lejano 2017. Entonces, el coche acababa de salir de los talleres de la Nave A-122, recién restaurado, impecable, pero con el motor aún a falta de ser rodado. El carburador Weber dio la lata y con el Solex que luego montaron el problema se solucionó. Así es que tenía ganas de volver a conducirlo a pleno rendimiento. ¡Y vaya si cundían ahora sus 58 caballitos trotones! Al 1400 no se le atragantaron los toboganes de los montes vascos y mantuvo el ritmo de sus parientes.

Después de la cena de bienvenida, el Tour comenzaba de verdad a primera hora del sábado. Con el fin de garantizar un reportaje fotográfico específico con los periodistas invitados, los cinco Seat tomamos inicialmente una ruta alternativa por la costa guipuzcoana. Entre tanto, el resto del grupo ponía la proa de sus automóviles hacia el interior de la provincia, por el recorrido histórico de la conocida Tierra Ignaciana, en relación a las huellas históricas dejadas por San Ignacio de Loyola.

Así fue la segunda edición de País Vasco Classic TourCada uno a su ritmo, fuimos haciendo kilómetros. El día invitaba a conducir, a practicar surf en las playas donostiarras… ¡y a montar en bicicleta! Todas las carreteras parecían un vuelta ciclista interminable. De sobra es conocida la afición de los vascos a dar pedales, cuna de grandes figuras. En cualquier tramo y a la salida de todas las curvas allí iba un pequeño o mayor pelotón de deportistas. Cierto es que la convivencia entre las dos y las cuatro ruedas resultaba en algún punto un tanto delicada. En los tramos más estrechos y con curvas cerradas, la agilidad de “mi” Seat 1400, del gigantesco Cadillac Eldorado Convertible (1959) de Fermín Martínez-Azucena Vallejo o la del Jaguar Mk VII (1956) de Javier Martínez-Sonia Galán era limitada. Y los ciclistas, si rodaban en bajada, alcanzaban velocidades de vértigo y las inercias, la de ellos y la de nosotros, nos llevaba a invadir en ocasiones el carril contrario, con el consiguiente riesgo.

Afortunadamente, la cautela, el sentido común y la convivencia reinaron entre ambos medios de locomoción. A media mañana, con el ánimo templado y las mecánicas ya sueltas, la comitiva hizo alto en el Santuario de Aránzazu, después de transitar por la ruta de los Templos en torno a  Tolosa, Azpeitia, Azcoitia, Zumárraga y Legazpi. Un refrigerio y un aperitivo recompusieron el alma y las fuerzas.

Los Seat habíamos bordeado la costa, buscando localizaciones fotográficas como el puerto pesquero de Guetaria. Luego, desde Zumaya, giramos hacia el interior, rodeados de viñedos de txakolí, camino del parque natural de Pagoeta. Precisamente, la bodega Inazio Urruzola iba a ser el punto de reunión y tentempié de todos los participantes al mediodía. Sentados a la mesa, degustando un sabroso atún a la parrilla, el entorno de valles y picos de telón de fondo proporcionaba un sosiego idílico y un descanso para unas mecánicas y unos cuerpos que ya llevaban encima casi doscientos kilómetros.

Así fue la segunda edición de País Vasco Classic TourAunque más rápido, el camino de vuelta a San Sebastián no iba a estar exento de más curvas y repechos. Así es la caprichosa orografía vasca. En ese tramo intercambié con mi colega Ramiro Mansanet el 1400 por el 124 D LS. También lo conocía de la ruta por las rías altas gallegas. El salto cualitativo era abismal de una a otra berlina. Del asiento corrido, un volante enorme y el selector del cambio en la caña de la dirección, pasaba a un puesto de conducción “moderno” y setentero. Cómodas banquetas individuales, tapizadas en paño, volante más pequeño, palanca del cambio en el suelo y, sobre todo, una conducción más sencilla. Y eso que, a quien le gusta sentir el placer de controlar un coche de los cincuenta como el 1400, y es mi caso, se disfruta doblemente.

Lógicamente, Francesc Palau hijo, con un Ferrari Mondial, y la cuadrilla de Porsche 911 fueron los primeros en llegar de nuevo a la capital donostiarra y aprovechar la tarde. Faltaba la guinda a la jornada: una cena en una sidrería típica de la tierra, Astarbe, de las más antiguas de San Sebastián. Su actividad se remonta a 1563. Desde sus kupelas (barricas) y al grito de ¡txotx!, se escancia el licor, mientras se degusta su menú tradicional de tortilla de bacalao, carne de buey y, de postre, queso con frutos secos y membrillo. Un punto y aparte ideal para la jornada.

Así fue la segunda edición de País Vasco Classic TourAún quedaba la etapa del domingo. El rumbo, la Rioja alavesa y, en concreto, la bodega Viña Real, de Cvne. Pero antes, había que recorrer el cinturón industrial de Lasarte-Oria, ver las arenosas playas de Zarautz y atravesar luego la provincia alavesa, bordeando los parques naturales de Aizkorri-Aratz e Izki. Por el puerto de Opakua, Gustavo Carini-Susana Muñoz (Ferrari F355 Spider) y Eusebio Núñez-Ana Vallejo (MG A) llevaban un buen ritmo, a pesar de la diferencia de potencia de los coches.

Pero no se trataba de correr ni rebajar centésimas al cronómetro, sino recrearse de la conducción y de las vistas. Por desgracia, Gerardo Sotillos no pudo llegar conduciendo su Morgan Plus 4. El cable del embrague le frustró el último envite, casi a vista del valle riojano y su horizonte de vides y bodegas. Gajes del oficio.  

Los tonos ocres y otoñales que presentaba la Rioja alavesa en octubre contrastaban ahora con el verde apagado ya de los campos casi a las puertas del verano. El calor hacía mella y las modernas instalaciones de la bodega Viña Real dio el último aliento a los participantes. Restaba el último bocado y la despedida. No un adiós triste, sino un hasta la próxima.

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