III VASCO NAVARRO CLASSIC TOUR

Ongi etorri

País Vasco y Navarra son infinitas. Su entorno, sus carreteras, su cultura, su gastronomía y sus gentes se abrieron de par en par durante un fin de semana. Diseñado por Automovilia y la revista Motor Clásico, con el patrocinio de Porsche Ibérica, el hilo conductor era, cómo no, el automóvil.

El prólogo al III Vasco Navarro Classic Tour tuvo lugar durante la tarde del viernes 22 de septiembre. El equipo de Automovilia y la revista Motor Clásico habían convocado a los veinticinco coches participantes en las instalaciones de Retromobile. Qué mejor sitio para reunirse y hacer la presentación de rigor que un garaje dedicado al vehículo clásico. Allí, a la orilla de la ría de Bilbao, en el municipio vizcaíno de Erandio, Retromobile es un complejo (“storage”) donde poder tener aparcado un clásico o restaurarlo de pe a pa, como el Rolls que estaban poniendo en solfa ese día en uno de los “boxes”. En sus cuatro mil metros cuadrados caben desde un Ford T a un Citroën 2CV o una colección particular de Mercedes. El Automóvil Clásico de Euskadi (ACE) tiene ahí también su sede social. Iñigo Olaizola fue presidente del club un tiempo y ahora es el alma máter de Retromobile. Él hizo de anfitrión en la presentación del Tour, enseñando y explicando las distintas zonas de taller, mantenimiento, aparcamiento temporal, detallado, biblioteca, salas de entretenimiento… En breve, el proyecto se ampliará con un espacio para exposiciones periódicas.

 Como suele ser norma en las rutas de Automovilia, el viaje es el fin y el vehículo, su instrumento. Conducir por una antigua carretera, alejados del mundanal ruido y los impedimentos de las urbes, es en lo que consiste disfrutar de un clásico. Lo es también descubrir paisajes que pasan desapercibidos dentro de una hermética berlina actual; es ir atentos al sonido de mecánicas que transmiten algo más que caballos de potencia; es experimentar que cada curva, cada repecho, cada irregularidad de la carretera se transmite vivamente al volante. Y como colofón de la jornada, es poder compartirlo con los semejantes.

Sin perder de vista estos ideales, la primera etapa transcurrió desde la capital vizcaína hacia el sur, bordeando tierras burgalesas y adentrándose en Álava. Un ligero surimi a primera hora del sábado aún no animaba a Arturo y a Sonia a quitar la capota de su Morgan. Enseguida lo harían, después de dejar atrás la gran ciudad y adentrarse en los Montes Vascos.

Para los porschistas más atrevidos, el puerto de Orduña les permitió sacar ventaja de la potencia de los motores bóxer. Aunque aquí no hay ni vencedores ni vencidos, en el deleite está el triunfo. Porsche Ibérica volvía a patrocinar esta experiencia automovilística y, según lo previsto, era la marca más representada.

Cada uno a su ritmo, siguiendo un rutómetro fácil de entender, pronto se fueron formando pequeñas pandillas (grupúsculos). Conquenses, riojanos y gallegos hacían piña y marchaban al crucero del Thunderbird de Agustín o del MGB GT de José Manuel. Con el 911 más veterano, un 2.2 T de 1970, Roberto y María mantenían bien el tipo frente a los modernos 996 y 997.

A media mañana, un alto en el camino para un tentempié en la villa fortificada de Sajazarra, en La Rioja. Todos los coches aparcados a los pies de su castillo-palacio del siglo XV parecían una guardia pretoriana, mientras conductores y pasajeros estiraban las piernas tomando un “pintxo” típico. Parada breve, porque les esperaban en las bodegas Baigorri, en Samaniego, justo en los límites de las provincias riojana y alavesa. No hay excusa para transitar estas tierras y no visitar alguno de los templos consagrados a Dionisio, el dios de la fertilidad y, de lo que ocupa a esta región, el vino.

Revitalizados los cuerpos y las almas, todavía quedaba un último tramo hasta Pamplona; y entremedias la serranía de Urbasa y Andía, ya en suelo navarro. El Centro Porsche Pamplona tenía preparados sendos Taycan (eléctrico) y 718 GTS (gasolina) a la llegada de los participantes al Hotel El Toro. Y lejos de hacer pereza después de una jornada al volante, todos quisieron probar los últimos superdeportivos diseñados en Stuttgart. Dos estilos, dos conceptos. Ello dio pie durante la cena al eterno debate sobre los vehículos de combustión y eléctricos. Un hueso difícil de roer cuando se trata, por un lado, de hablar de coches de tan altas prestaciones y, por otro, lo hacen encendidos aficionados al automóvil “tradicional”. Lo dejamos aquí…

El domingo amaneció con un cielo despejado que invitaba, desde primera hora, a desplegar capotas —quienes gozaban de tal privilegio— y echar a rodar con viento fresco. Los Porsche, BMW, Toyota, Mitsubishi, Morgan, Ford, Mercedes… volvieron a configurar un desfile heterogéneo y bien avenido. Los paisajes no dejaban de sorprender a los foráneos, y cada cual buscaba un sitio donde poder parar un instante y disparar la fotografía de rigor.

Camino de Alsasua se interpone el puerto de Urbasa, y sus mil y una curvas de herradura. Grupos de fornidos pottoka —raza equina autóctona—, vacas y rebaños de ovejas se sumaban a moteros y ciclistas domingueros transitando por la misma montaña rusa. Así es que había que aguzar los sentidos ya fuese al volante del Thunderbird como del BWM 635 H6S Hartge o el 993 Turbo.  

Ya solo quedaba una parada obligatoria en Idiazábal para conocer los secretos de su queso y un último trayecto hasta Oiharte, la casa de la sidra, en el término guipuzcoano de Zerain. Un paseo por su manzanal y la posterior degustación de los tres platos tradicionales: tortilla de bacalao, chuletón de ternera y postres con quesos –Idiazábal, claro- y frutos secos, pusieron la guinda a este pastel. Un pastel trufado de camaradería, afición, diversión y concordia, con un hilo conductor como decíamos al principio: el automóvil.

III VASCO NAVARRO CLASSIC TOUR